Me quede unos días extra en Trondheim para preparar mi llegada a la capital de Noruega. Hay momentos de que parece que estás predestinado a que te pasen cosas inolvidables, pero lo inolvidable no es siempre gracioso, o por lo menos no lo es en el momento que está pasando. Porque si digo que parecía un pez desde mi salida de Trondheim hasta mi llegada a Røros estando en una terraza con una jarra de cerveza en la mano nos hará reír a todos. Pero cuando sientes que estás tan mojado que sientes que te estás transformando en un anfibio al estilo Kevin Costner en Waterworld no lo ves igual… por suerte, Røros es un buen lugar dónde esperar a que pase el tiempo 🙂
Røros
Por suerte en Røros me esperaba mi amigo Thorleif. Llegué a su casa con la recomendación de Goisa y Stefan y no podría haber llegado en mejor momento, bajo la lluvia. Pero Thorleif me permitió quedarme dos noches y así ver cómo la lluvia marchaba y conocer unos de los pueblos más bonitos de Noruega. Para mí, el más bonito hasta la fecha en el país vikingo. ¡Gracias Thorleif por todo!
No es un pueblo muy grande, pero sus dos calles principales, su iglesia luterana y las casas de madera que forman parte del museo Smelthytta están al lado del río Røa que desemboca en el Glomma, el río más grande de Noruega. Con tanta belleza y colorido y una historia basada en sus minas de cobre, plomo y zinc es normal que sea patrimonio de la humanidad por la UNESCO.
Leyenda
Esta ciudad minera creció bajo el reinado de Dinamarca en 1644 cuando un alemán llamado Lorentz Lossius, ingeniero minero en Noruega, consiguió los permisos de explotación de las minas de cobre. En esos momentos el rey Christian IV otorgaba beneficios a todos aquellos que encontrasen metal, y así comienza la leyenda de nuestro nuevo amigo alemán. Un granjero llamado Hans Aasen estaba cazando renos en las montañas de Storvola, al dar caza a un gran reno, este rodó por la loma de la montaña descubriendo unas piedras enormes que contenían cobre y arrancando un par fue corriendo a enseñárselo a su amigo Lorentz Lossius. Nuestro amigo alemán, que trabajaba en las minas de plata en Kongsberg, conocedor del valor del descubrimiento, fue corriendo al rey al que le otorgó permisos y poder. Fundó la compañía que trabajarían en las minas de cobre y controlarían durante 333 años el poder de la ciudad de Røros, convirtiéndola en una ciudad rica y prospera. La historia no dice nada más del bueno de Hans Aasen…
Camino a Oslo
La lluvia ceso y me fui de Røros con sol. Thorleif me indicó un paso de montaña que me llevo a pedalear por caminos desérticos durante más de 30 kilómetros. La pista tenía una sola montaña que me hizo sudar la gota gorda. Por momentos llegué a pensar que me tendría que bajar de Negrita, pero por suerte la niña de mis ojos se volvió a comportar como una campeona 🙂
La ruta me decía que viajaría más rápido a la capital noruega por otros caminos, evitando llegar a la ciudad de Hamar. Pero esta ciudad-municipio tiene un nombre que me hacía gracia, está a la orilla del lago más grande de Noruega llamado Mjøsa y encima formó parte de los juegos olímpicos de invierno de Lillehammer en 1994.
Recorriendo el río Glomma, el mas largo de toda Noruega, pasé por los restos de un campo de concentración llamado Løssetleiren. Los prisioneros hacían muñecos de madera y diferentes manualidades para hacer trueques con los lugareños a cambio de pan. Las condiciones de los prisioneros eran miseras en los campos de concentración en la segunda guerra mundial.
Ya cerca de Oslo, las montañas son mucho más bajas. Los bosques pasan a ser campos de cultivo de avena, dignos de un cuadro de Van Gogh. Desde Trondheim, que está al nivel del mar, tienes que subir hasta casi los mil metros de altura en 160 kilómetros. Pero una vez superado el paso los siguientes casi cuatrocientos kilómetros que me hice han sido de bajada, una sensación máxima de felicidad absoluta 🙂
Oslo
Por fin estoy en mi destino. La llegada a la capital del reino fue un poco cómica. Después de una ruta maravillosa me tocó perderme… ¡perdón! Yo nunca me pierdo, solo doy rutas turísticas que casualmente son mas largas de lo necesario… ¡pero lo conseguí!
Se nota que hace tiempo que no viajo por ciudades grandes. Tuve que usar el GPS de mi smartphone ya que las indicaciones de las personas locales me llevaban con retraso, yo que soy dado a hablar me entretengo… pero lo peor fue ver como la batería del móvil se iba al garete rápidamente. Tan rápido como apareció la dichosa lluvia que me obligo a parar durante 20 minutos bajo el puente. Tiempo suficiente para cargar un poco la batería y llegar a casa de mi anfitriona.
He tenido la suerte de llegar en el Mela festival que se celebraba este fin de semana. Es un festival de intercambio cultural que se celebraba en el centro de Oslo donde se podía disfrutar de conciertos y diferentes espectáculos culturales de diferentes nacionalidades y probar su gastronomía. Como todos los festivales que se celebran en el centro de la ciudad, los espectáculos son gratuitos y abiertos a todo el público.
Yo creo en el destino, el destino hizo que conociera a Lubisney en Cabo Norte y que ahora, gracias a su increíble amabilidad tenga la oportunidad de estar un mes en Oslo. Yo creo en el destino, pero para que el destino se cumpla hay que trabajar arduamente y no pienso desaprovechar las oportunidades de la vida. ¡A por ellos tigre!
Quiero entregar mi más sincero agradecimiento a Lubisney y Sandra por acogerme en su casa y darme esta oportunidad para intentar conseguir un empleo en Oslo y quedarme el invierno ahorrando y trabajando con nuevos proyectos.
Un abrazo a todos y gracias por estar siempre apoyándome.
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En hora buena campeón. Ya solo queda un poquito menos. Esperamos que se cumpla todos tus sueños.Que sin duda sera. Me gusta la historia de Oslo como todas tiene su especialidad . Con sus minerales y esa o rota que tiene los nombres. Te queremos y viajamos con ti go besitos tu madre